jueves, 19 de noviembre de 2015

Fotos de la tertulia de noviembre

Pepe y Benito
Eduardo y Felipe
Alvaro y Pepe
Antonio, Ramón y Álvaro (nuevo miembro de la Tertulia)
Eduardo, Álvaro, Pepe y Ramón
Ángel y Jaime
Vista panorámica de la mesa. Laaaaargaaaaa,
Ramón, Álvaro y Fernando
Werner, José Mª y Ángel
Jaime y Benito ( nuestro gran cronista)

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Artículo de Benito Fernández escrito el 17-10-15

Tiempo de porras electorales

 
 

Una vez al mes, casi siempre el primer martes, suelo reunirme a comer con los miembros de una tertulia autodenominada “Agora hispalensis” formada por una treintena de personajes entre los que predomina la vieja guardia de la política, la medicina, la arquitectura, el periodismo, la abogacía, la empresa privada y otras insignes profesiones. Con alguna excepción, casi todos estamos rozando o hemos superado ya la edad de la jubilación pero, por fortuna, las inquietudes intelectuales de la inmensa mayoría siguen animando las discusiones sobre los temas más diversos que acontecen en el panorama social y político español. Afortunadamente también, y pese a que predominan los ex políticos provenientes de la derecha, las opiniones suelen ser diversas y a veces bastante discrepantes, casi siempre dentro de un orden y sin que la sangre llegue al río.

A la última de esas comidas, esta misma semana, solo acudimos ocho tertulianos lo que produjo un buen ambiente para que todos pudieramos expresar nuestras opiniones sobre los diferentes asuntos que se debatieron, desde la polémica sobre el edificio de La Gavidia a la cabeza de la candidatura del PP por Sevilla en las elecciones generales si Arenas o Zoido, pasando por el problema sececionista catalán, la crisis de Abengoa, la posible sucesión de Mariano Rajoy por Soraya Sáenz de Santamaría, por el ministro Soria o por Alberto NúñezFeijoo , la guerra en Siria y la invasión de Europa por los los refugiados, el futuro político de Susana Díaz si PedroSánchez se estrella o la defenestración de la jueza Mercedes Alaya de la instrucción del macroescándalo de los EREs fraudulentos de la Junta por el TSJA y el CGPJ. Todo ello sin que se formaran los clásicos corrillos de comidas multitudinarias que impiden un buen entendimiento de todas las opciones expuestas y se convierten en una jaula de grillos en la que nadie se entiende y donde las posibles conclusiones se escapan y vuelan junto a los efluvios del vino...

A los postres alguien propuso que se hiciera una porra sobre quién o quiénes formarían el próximo gobierno que surja de las elecciones del próximo 20 de noviembre. Dos opciones fueron las que se llevaron la palma. El próximo Gobierno que riga los destinos de España estará formado por PP y Ciudadanos o por el PSOE y Ciudadanos. Alguno apostó por un Ejecutivo del PP en solitario y algún otro por un pacto Psoe-Ciudadanos y nacionalistas. Curiosamente nadie de la tertulia contaba con Podemos como posible apoyo de alguna otra fuerza mayoritaria. Todo el mundo tenía claro una cosa, quien quiera gobernar en el 2016 va a tener que buscarse un socio con la suficiente fuerza como para poder sacar adelante una legislatura que se presenta bastabte inestable. Y parece que esa fuerza emergente va a ser Ciudadanos. El problema es si PP o PSOE más Ciudadanos tendrán la mayoría absoluta suficiente para formar Gobierno o necesitarán de apoyos de terceros en discordia como los catalanes o los vascos.

La cuestión no es baladí. La progresiva atomización del panorana político español con la crisis de los grandes partidos (PP, PSOE e IUCA) y la irrupción de las nuevas fuerzas emergentes (Ciudadanos y Podemos) va a crear una situación bastante similar a la italiana, es decir la proliferación de débiles gobiernos de coalición que, a la primera de cambio, provocarán una crisis en sus Ejecutivos y se verán obligados disolver las Cortes y a adelantar elecciónes buscando nuevos apoyos. Una situación, que aunque en Italia sea considerada normal, a la que los españoles no estamos acostumbrados y podría hundir de nuevo nuestra todavía bastantes debil economía. No son buenos tiempos para la lírica y menos aún para aquellos que, como los miles de parados o los jóvenes, siguen soportando las consecuencias de la crisis.

A todo esto son muchos los que siguen culpando de todo el desastre en el que nos movemos exclusivamente a Mariano Rajoy. Yo, aunque crítico con su gestión y sobre todo con el nefasto control de los tiempos políticos que suele aplicar el presidente del Gobierno, estoy convencido de que la historia colocará a Rajoy en su verdadero lugar. Es muy posible que dentro de pocos años muchos de los que en estos momentos lo critican ensalzarán su labor y dirán que supo sacar a España de la peor crisis económica que ha afectado a este país en muchos años. Para entonces, claro, volveremos a estar bajo el gobierno de los socialistas y entraremos de nuevo en otra época de vacas flacas cuando se hayan gastado todo lo que hemos conseguido ahorrar. Al tiempo.

Artículo de Benito Fernández en Andalucía Critica

Cataluña, un problema irresoluble

 
 

Como ya les he contado en alguna ocasión, una vez al mes me reúno con un grupo de personas la mayoría de ellas de preclaras mentes, mejorando lo presente, que conforman una tertulia llamada Agora Hispalense. Se trata de una tertulia abierta y dispar formada por profesionales de distintas ocupaciones (ex políticos, médicos, abogados, ingenieros, arquitectos, empresarios y algún errático periodista) que solo pretenden analizar los problemas más importantes de la actualidad y proponer soluciones o, al menos, buscar puntos en común y aportar ideas que pudieran servir a la sociedad. Desde que llegué a ella, me pidieron que, dado mi amplio historial periodístico, me encargara de hacer un resumen de lo que se decía en las más de tres horas que transcurre el almuerzo en cuestión. Lo hice una vez en la que sólo asistimos ocho contertulios y en la que no se formaron los habituales corrillos que impiden que las ideas esgrimidas fluyan por toda la mesa y por todos los oídos presentes. Y a ello me dispongo a dedicar este artículo.

El pasado martes cambiamos el escenario habitual de la calle Cuna y nos reunimos dieciseis o dieciocho personas en una mesa alargada en la Plaza del Salvador. Un guirigai, un desastre. Un absoluto desastre que sólo se salvó a los postres cuando el presidente, José María Ferre, tomó cartas en el asunto y propuso que, por órden de lugar, cada uno de los asistentes opinara sobre el futuro de Cataluña y España. Sería prolijo hacer un resumen de todas las intervenciones pero sí he de decir que la mayoría de las intervenciones dejaban asomar un alto punto de pesimismo. Es verdad que algunos defendimos que el reto secesionista de Mas y compañía solo era una vuelta de tuerca más a la que nos tiene acostumbrados el nacionalismo, que no llegaría a ningún puerto y que. antes o después, darían marcha atrás, sobre todo si el Gobierno de Mariano Rajoy les cerraba el grifo del dinero público. Pero también es verdad que casi todos estábamos de acuerdo con que el problema catalán es un quiste que España viene sufriendo y soportando desde hace siglos y que, aunque en esta ocasión puedan verse obligados a retroceder en sus aspiraciones independentistas, éstas volverán a aparecer, con más fuerza si cabe, dentro de pocos años.

Y es que una de las claves del problema está en la educación, un arma cargada de futuro, como diría el poeta. En la educación para los jóvenes, en la Justicia y en los medios de comunicación catalanes, sobre todo las televisiones, que son quienes avivan diariamente la llama del secesionismo entre la población que no ha sido adoctrinada de antemano. Que sean las zonas rurales, Barcelona y su cinturón industrial quienes concentren el ochenta por ciento de los independentistas, da una idea de lo que se está cociendo. Los dos millones y el 48 por ciento de los secesionistas actuales pueden ser, en el plazo de pocos años, cuatro millones y el ochenta por ciento de la población catalana. Se trata de algo imparable y de un problema irresoluble dentro de una sociedad democrática, como la española, que respeta las leyes fundamentales...aunque muchas veces no las cumpla.

Definido el problema y sus causas, ¿cuáles son las soluciones para abordarlo, al menos, a corto y medio plazo? Dejando al margen alguna intervención exaltada que abogaba por la entrada de los tanques por la Diagonal, ahí sí estábamos casi todos de acuerdo: la aplicación de la ley. Y, si llegara el caso, del artículo 155 de la Constitución que es la ley que aprobamos todos los españoles, incluídos los catalanes, por una inmensa mayoría. Suspender una autonomía díscola que no cumple las leyes y que el Estado tome las riendas de la misma hasta reconducir el sistema no es algo que esté fuera de la normalidad. De hecho ya ha habido algún que otro consejero del Gobierno en funciones de la Generalitat que, viéndolas venir, ha apostado por dialogar para buscar una salida pactada al laberinto en el que se acaban de meter.

Para acabar les cuento una anécdota que presencié hace unos días en un autobús de Tussam. Un señor de unos 50 años con chaqueta y corbata iba agarrado a la barra con su mano izquierda y llevaba la derecha en el bolsillo. En su reloj se observaba una pegatina con la bandera española. Justo al lado, un chaval jóven con sudadera y vaqueros, se fija en el reloj y le suelta: “¿Qué, del PP?” Y el interpelado le contesta. “No. Sólo español. Con la mano derecha estoy agarrando el capullo y no por eso soy del PSOE”. A buen entendedor...

Fotos de la tertulia del mes de octubre

Benito y Álvaro
José Mª y Miguel
Werner y Ángel